Rinconcito LLanacorino, en Cajamarca – Perú

Aquí, un rinconcito Llanacorino está siempre a la espera de visita, en Cajamarca…

Medio escabulléndose de las empedradas callejuelas de Cajamarca, un tantito escapándose de Santa Apolonia, allá en lo Alto  del Cuarto del Rescate, allí por una de los trechos más abarrotados de ojos, pasos, cuestionarios y registros; como queriendo hundirse en los habituales rasgos de la vida en los andes. Por los meandros del camino que se acortan y cuando a ambos lados brota verde pasto para el ganado manso que se regocija temprano rumiando, se va llegando al Rinconcito Llanacorino.

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Entre Cajabamba y sus cercanas… Cajamarca – Perú

En Cajabamba una Chinalinda sacude súbitamente su par de alas, y el olor a Capulí despierta los bolsillos de la memoria cuando ojos de choloque se fusionan con el paisaje bajito, dejando a propósito abierta a plenitud el cielo, el azul eterno desenfrenado abraza todo el firmamento y cada quién subiendo, sacando la cabeza, alzando los ojos y bajándoles por entre los meandros que se entierran y aparecen por el vientre de las colinas y por burujos blancos heterogéneos.

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En azul pleno, Celendín

En las llanuras de perfecto tablero de ajedrez, esta “Shilico” de azul pleno, casas altas y rectas, calles amplias le adornan, uno tras otro, sombrero de paja de copa alta, aleta ancha, rígido pero armonioso se desplaza. Faldas plisadas de entero encanto, chompas de colores y pantalones que cubren el frío amistosamente por entre las faldas, desfilan.

Hombres, marcan el paso por las mañanas, lento, con pantalón de tela y el mismo sombrero de paja toquilla quizá, unos con ropaje distinguido, entran en las oficinas muy de mañana, otros acompañan a las mujeres al mercado. Mujeres, van generando encuentros detrás de sus ventas; variopinto se desvela el movimiento constante, manos que dan y manos que reciben.

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Por las escaleras arriba en el tercer piso está doña Zolita Guevara, declarando poquita venta y mucho poder de flor blanca, “es pa´ todo”, dice ella. Mujeres van, mujeres vienen, mujeres quietas en las esquinas ocupándose de la cotidianidad, de los cuyes en intercambio, de los quesos y la chancaca, desde la más clara, hasta la más oscura y pequeñita.

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